19 noviembre, 2018 - No Comments!

Defender la ciencia en tiempos de pesimismo

de Giorgio Parisi

Para seguir con el debate abierto en nuestro anterior post publicamos la traducción de un extracto del discurso de Giorgio Parisi, presidente de la italiana Accademia dei Lincei, en ocasión de la inauguración del año académico.

Vivimos en tiempos que no son nada fáciles para la cultura y la ciencia. Hay muchas dificultades, nuevos problemas tanto en Italia como en el mundo. La Academia dei Lincei tiene que tener un rol crucial en analizar las causas de esta situación e intentar proponer soluciones.

Todos los aquí presentes nos damos cuenta de que no es posible el desarrollo tecnológico sin un avance paralelo de la ciencia pura. La ciencia pura no solamente proporciona a la ciencia aplicada los conocimientos necesarios para poderse desarrollar (lenguajes, metáforas, marcos conceptuales), sino que tiene también otro papel más recóndito y no menos importante. De hecho, las actividades científicas de base funcionan también como un gigantesco circuito de prueba de productos tecnológicos y de estímulo al consumo de bienes de elevado contenido tecnológico.

Esta profunda integración entre ciencia y técnica podría llevar a pensar que la ciencia tenga un futuro radioso en una sociedad que es cada vez más dependiente de la tecnología avanzada (los muy difusos teléfonos celulares actuales llegan a una capacidad de cálculo de centenares de billones de operaciones aritméticas al segundo, más o menos como las enormes supercomputadoras de hace 25 años).

En realidad hoy en día parece cierto todo lo contrario: existen fuertes tendencias anticientíficas en la sociedad actual, el prestigio de la ciencia y la confianza en ella están disminuyendo rápidamente, las prácticas astrológicas, homeopáticas y anticientíficas (por ejemplo el movimiento NoVax) se difunden ampliamente junto con un voraz consumismo tecnológico.

No es fácil entender hasta el final cual es el origen de este fenómeno; es posible que esta desconfianza de masas en la ciencia es debida también a cierta arrogancia de los científicos que presentan la ciencia como saber absoluto, con respecto a los demás saberes opinables, también en los casos en los que no lo es para nada. A veces la arrogancia no consiste en intentar hacer llegar al público las pruebas de las que se dispone, sino en el pedir un consentimiento incondicional basado en la confianza en los expertos.

Es exactamente la no aceptación de sus propios límites lo que puede debilitar el prestigio de los científicos, que a veces enarbolan una confianza excesiva, que no tiene fundamentos, delante de una opinión pública que de alguna manera percibe la parcialidad de visiones y los límites. A veces los malos divulgadores presentan los resultados de la ciencia casi como una brujería superior cuyas motivaciones no son comprensibles a los no iniciados. De tal manera que quien no es científico puede ser llevado a una posición irracional frente a una ciencia percibida como magia inaccesible y por ende llegar a preferir otras esperanzas irracionales: si la ciencia se convierte en una pseudomagia, ¿por qué no escoger la magia de verdad en vez que un subrogado?

Hay que defender la ciencia no sólo por sus aspectos prácticos, sino que también por su valor cultural. Deberíamos tener el valor de tomar ejemplo de Robert Wilson que, en 1969, delante de un senador estadounidense  que insistentemente le preguntaba cuáles serían las aplicaciones de la construcción de un accelerator en el Fermilab, cerca de Chicago, y sobre todo, si fuera útil para la defensa militar del país, le contestó “su valor está en el amor para la cultura: es como una pintura, una escultura, la poesía, como todas aquellas actividades de las cuales los americanos van patrioticamente orgullosos; no sirve para defender a nuestro país, pero hace que merezca la pena defenderlo”.

Para afirmar la ciencia como cultura, hay que hacer que la población (por lo menos la culta) tenga conciencia de que es la ciencia, de cómo la ciencia y la cultura se entrelazan una con otra, tanto en su desarrollo histórico como en la práctica de nuestros días. Hay que explicar de manera no mágica que hacen los científicos, cuales son los retos de hoy en dia. No es fácil, especialmente para las ciencias duras donde la matemática juega un papel esencial. Sin embargo, con cierto esfuerzo se pueden obtener óptimos resultados. Hay también que contrastar, dentro de lo posible, la separación que existe muy a menudo entre las humanidades y las otras disciplinas científicas.

Muy a menudo se dice que las ciencias duras no son comprensibles para quien no haya estudiado las matemáticas. Sin embargo, el mismo problema existe para la poesía china, que es una mezcla inseparable de literatura y pintura: el manuscrito original de la poesía es un cuadro donde los ideogramas son elementos pictóricos que vienen representados cada vez de manera distinta. Esta dimensión pictórica se pierde por completo en la traducción y su belleza no es apreciable por quien no conoce bien el chino. Así como es posible hacer apreciar en italiano la belleza de las poesías chinas, es posible hacer comprender la belleza de las ciencias duras a quien no conoce la matemáticas y no tiene estudios científicos.

Quizás las dificultades actuales tengan orígenes más profundas que han de ser ser comprendidas a fondo  para poderlas contrastar. Estamos entrando en un tiempo de pesimismo sobre el futuro que tiene su origen en crisis de distinta naturalezas: crisis económica, calentamiento global, agotamiento de los recursos, polución.  En muchos países se suma el aumento de las desigualdades, el precariado, el desempleo, las guerras. Mientras una vez se pensaba que el futuro sería necesariamente mejor que el presente, se ha deteriorado la fe en el progreso: muchos temen que las futuras generaciones estarán peor que las actuales. Y si antes la ciencia tenía el mérito del progreso, ahora carga con la culpa del declive (real o solamente percibido, no importa). La ciencia a veces es vista como la mala maestra que nos ha llevado en la dirección equivocada y cambiar esta percepción no es fácil. Hay una gran insatisfacción hacia todos los que nos han llevado a esta situación y los científicos no escapan a esta desaprobación.

No tenemos que estar seguros que el desarrollo de la ciencia sea imparable: confiar ciegamente en la ineluctabilidad de la necesidad que el desarrollo tecnológico tiene del desarrollo científico puede ser un trágico error. Los romanos conservaron la tecnología griega sin percatarse demasiado de la ciencia griega y los fanáticos cristianos, comandados por el obispo Cirilo de Alejandría, descuartizaron tranquilamente la astrónoma-matemática Hipatia, sin curarse para nada de las consecuencias a largo plazo, alegrandose al contrario de la desaparición de un saber profano, considerado inútil o hasta dañino.

 

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Giorgio Parisi es un conocido físico teórico italiano, ganador de la medalla Boltzman entre otros reconocimientos, y actual presidente de la Accademia dei Lincei

Published by: heuristica in Ateneo, Debates
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